Por Adriana Bucheli / @Adri_Maye
Son las 07:00 y esperas el trole para que te saque del sur y te lleve hasta la oficina de una, cruzando casi toda la ciudad. La fila es enorme, algunos troles van solo hasta la mitad del camino y, como no te sirven, te toca esperarfff, ahí, con los brazos cruzados sobre el pecho para abrigarte un poco. Por fin llega el trole que va a la Estación Norte, te subes, y en medio de los apretones, sientes roces de carteras, mochilas, loncheras, piernas, brazos, caderas…
Piensas: es que esto es normal con tanta gente, hasta que una mano que se balancea como péndulo de reloj viejo decide detenerse, hace un alto precisamente en tu nalga izquierda. Pero no se queda ahí, quieta: la mano toca, explora, aprieta, como si quisiera comprobar que esa nalga es tuya y que no viene de algún quirófano. ¿Y ahora? ¿Solo te mueves hecha la cojuda, le dices amablemente: señor, por favor, suélteme el pompis, o armas relajo? ¡Pero si no hay ni cómo respirar… peor hay espacio para hacerse a un lado…! ¡¡’Ta madre!! ¿qué hacer?
A mí la situación me resulta conocida, la verdad, y no es que sea la más cuerazo del barrio, sino que ando en trole a diario. Con mi personalidad feroz y de vieja loca, la opción es caerle a carterazos al tipo en cuestión. ¿Que si parece agresivo? ¡Sifff, por supuesto! No hallo otra defensa ante una agresión como esas y juro que las disculpas mentirosas no me sirven de nada, porque no es algo que se haga ‘sin querer’. O sea, una sí sabe la diferencia entre que le pasen tocando por accidente y que le agarren sin vergüenza algunafff. En el proceso de la cartereada en la cabeza y luego de decirle al abusivo a qué miembro de su familia puede ir a meterle la mano, las señoras gritan: “¡dele duro, por puerco, cochinoooo!”, los hombres se hacen los giles o se ríen y el chofer termina abriendo la puerta para que el pobre hombre golpeado salga de la unidad medio bien librado.
Luego, los comentarios, porque para charlones sí somos número uno: “Pero, ¿sí le ves la faldita?, así cómo no quieren que les morboseen, pues…”, le dice un tipo a otro. Un chico le dice a una jovencita que va con él que no era necesario el escándalo, sino ir a denunciarle, porque “sí han de hacer algo los del trole”, y la muchacha le responde que la multa para el tocador abusivo es apenas de 4 dólares y ¡servidos, gracias! El guambra hace un gesto con el que parece decir de gana hablé y cambia el tema…
Ese rato una piensa: ¡ahora sí me compro el carro, carajo! Pero, ¿por quéfff? ¡¡¡Si yo debería poder andar llucha sin que nadie me joda la vida y por donde me dé la gana!!! Entonces, entre los murmullos de los chismosos que no paran de hablar del asunto, ahí dentro del trole, me entero de que los concejales del Municipio dizque quieren abrir una línea de trolebús solo para mujeres. (…) Cualquiera diría: ¡yafff, con eso se soluciona eso de las morboseadas y te pones cuanta minifalda quieras! Suena como lógico, ¿no? Hmmm… Aquí algo no me cuadra… ¿O sea que si ando por la calle y me sueltan patanadas de grueso calibre, los concejales del Municipio me van a habilitar una calle exclusiva para mujercitas? Porque eso entiendo -en mi tonto, femenino, sufridor y necesitado de protección pensamiento- que se debería hacer, siguiendo la lógica que discuten los del Municipio quiteño.
Pero, ¡la exclusión no ha de ser la solución a esta vaina, pues! Cierto que se supone que ese trole será opcional y que es por “comodidad de las usuarias”, pero si por osada o apurada me subo a un trole mixto y me toquetean, capaz que hasta me echan la culpa y me dicen: “es que, niña, era de que se suba al de mujeres, pues, usté mismo se expone y después está quejándose…”, y así perennizamos una sociedad prejuiciosa, defensora del macho, mojigata, tapiñada, que en vez de atacar el problema lo esconde.
¿Soluciones? De ley que ha de haber algunafff. ¡Qué sé yo, incluir estos temas en la educación de los niños, aunque tarden años en cambiar las cosas; o en la formación de los mismos adultos, aunque ya sean bien ruditos… Obvio que es un tema complicado si pensamos que los ecuatorianos ya somos 15’755.384, pero sí se puede hacer el intentofff. Poner sanciones más duras no es mala idea, digo eso porque, como somos mal llevados, nos portamos bien solo cuando nos conviene y para evitarnos problemas, sobre todo cuando nos atacan al bolsillo…
Otra alternativa surgió hablando del tema con una amiga que saca mi lado más reflexivo de las cosas: ¿por qué no evitar las aglomeraciones en el transporte público -léase trole, ecovía o metrobús- como una opción? Una solución bastante obvia, ¿no?, porque si la gente no va aplastada contra las puertas, medio degollada en las ventanas, los morbositos estos tendrían menos espacio de acción. De pronto, un poco de inversión en nuevas unidades puede que sea la opción, antes de que nos obliguen a usar burka, sotana o cuanto trapo se inventen para ocultarnos y hacernos creer que no tenemos derecho ni siquiera a decidir quién nos toca y quién no.