Aborto legal, seguro y gratuito, ese es el debate

Por Bernarda Tomaselli 

Luego de la aprobación por parte de la Cámara de Diputados de Argentina de la Ley para despenalizar el aborto, abrí mi ventana virtual a Latinoamérica para festejarlo públicamente. Pero, antes de que pudiera darme cuenta, me vi explicando a gran parte de mis familiares, amigos y demás contactos, conceptos como gratuidad, justicia social, Estado laico, embrión y otros.

Es que opinamos sobre todo lo que se nos antoja pero no nos informamos mínimamente antes de hacerlo. La consecuencia: exhibimos nuestra ignorancia como un trofeo del que nos sentimos, incluso, orgullosos.

La educación sexual laica y científica en las escuelas y colegios, el acceso a métodos anticonceptivos y la legalización del aborto son la única forma de salvar nuestras vidas del abismo del desconocimiento. Solo así podemos construir argumentos responsables y compartirlos.

Veamos algunos ejemplos de esas supuestas verdades que circulan en redes y procuremos aclararlas:

«Un aborto es un asesinato»

Según la normativa vigente en el Ecuador, la vida del ser humano se inicia con la concepción, pero solo la persona natural, el individuo nacido vivo y separado completamente de la madre es sujeto de derechos. El feto, aunque tenga cuerpo propio y latidos, no es sujeto de derechos hasta que no se pueda desarrollar solo fuera del vientre. El derecho a nacer no existe, pero el derecho a la vida se garantiza para quienes ya nacimos.

El aborto tiene una tipificación propia distinta a la del asesinato dentro del Código Orgánico Integral Penal (COIP) ecuatoriano y se define como parte de los delitos contra la vida.

Art. 444. La mujer que voluntariamente hubiere consentido en que se le haga abortar, (…), será reprimida con prisión de uno a cinco años. Si consintiere en que se le haga abortar o causare por sí misma el aborto, para ocultar su deshonra, será reprimida con seis meses a dos años de prisión. 

La única modificación que ha sufrido esta ley durante los últimos 10 años es la eliminación en el 2014 de la palabra deshonra. En lugar de reformar la ley, solo la hicieron más ‘amigable’. El concepto de deshonra, aunque tácito, sigue presente a la hora de legislar sobre el cuerpo de la mujer. Entonces, lo correcto sería decir que el aborto en el Ecuador es un delito, como lo fue la homosexualidad hasta 1990.

Pero los delitos son susceptibles de recibir tratamientos distintos de acuerdo con las necesidades de las sociedades. En este caso, una ley que se sostiene bajo el concepto de embarazo deshonroso habla muy mal de un país que dice defender los derechos humanos y que tiene una vicepresidenta de la República, una ministra de Justicia, una presidenta de la Asamblea Nacional.

«Yo apoyo el aborto en casos de violación. Pero si fueron tan irresponsables como para abrir las piernas, que tengan el hijo»

Ahora bien, si decimos que todas las vidas cuentan y defendemos la vida desde la concepción, no podemos pensar que una vida producto de una violación sea menos valiosa que una vida producto de una relación de una noche, ¿o sí?

Un país que mantiene una ley que gira alrededor del concepto de embarazo deshonroso para castigar a la mujer es un país que culpabiliza a los cuerpos gestantes por el ejercicio de su libertad sexual. Entonces, lo que realmente se defiende no es la vida, sino el hecho de que la madre sea castigada con una criatura por haberse abierto de piernas.

El hijo castigo o el hijo consecuencia es quizás una de las caras más oscuras del debate por la ley del aborto, porque muestra con más claridad la inequidad que existe entre hombres y mujeres en un aspecto tan íntimo como la autonomía del cuerpo. Bajo este precepto, la mujer debe ser reprimida con la cárcel con o sin un hijo no deseado para expiar sus culpas. El hijo es un tolete que pondrá en vereda a esa mujer deshonrada y reprimirá su deseo sexual, no importa que tenga trece años y su cuerpo no esté preparado para parir, o que nunca haya recibido una sola clase de educación sexual, o que por haber sido violada por su pareja nunca denuncie.

¿Qué tipo de futuro le espera a ese bebé al que las hordas vestidas de blanco le rezaron para que naciera? ¿Es ese el modelo de familia que queremos para las sociedades del futuro? ¿Quién va a decidir si la mujer gestante fue violada, los mismos policías que le preguntan a la denunciante qué estaba puesta para levantar el parte, o los jueces, que si no ven dos costillas rotas y un ojo morado no la consideran víctima?

«Si no quieren hijos, ¿por qué no se cuidan?»

En 2015, el entonces presidente ecuatoriano, Rafael Correa, puso la educación sexual y la salud reproductiva de todo el país en manos del Plan Familia, un programa comandado por Mónica Hernández, una conocida miembro del Opus Dei. El Plan Familia reemplazó a la anterior Estrategia Nacional Interseccional de Planificación Familiar y Prevención del Embarazo de Adolescentes (Enipla), ya bastante deficiente y desfinanciada. ¿Por qué lo hizo? Porque para el mandatario, «el Enipla promovía el hedonismo más puro y más vacío: el placer por el placer».

El poner la religión y la sexualidad en un mismo espacio a la hora de educar y distribuir métodos anticonceptivos tuvo, como era de esperarse, un resultado trágico. Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), en los últimos 10 años los partos de adolescentes de entre 10 y 14 años aumentaron en un 78%.

La segunda búsqueda más común en Google en Ecuador, en lo que se refiere a sexualidad, es cómo abortar. La primera es la pornografía. Mientras el Gobierno se preocupaba de la educación en valores y de su tradicional concepción de lo que debe ser la familia, los que tenemos sexo armábamos nuestro concepto de sexualidad y de amor romántico con lo que veíamos en el porno y en las telenovelas. Por eso no es de extrañarse que suene natural y hasta justificable que un hombre diga que tener sexo con condón es como lavarse los pies con medias, o que el hombre propone y la mujer dispone. Las mujeres, para la sociedad de la pornografía, somos un receptáculo de semen, hechas para gustar, complacer y sacrificarnos. Debemos ser damas en la calle y putas en la cama.

Cuidarse no es suficiente en la sociedad de la pornografía. Es urgente una educación sexual con enfoque de género. Pero eso también ofende a los provida, quienes, al son de con mis hijos no te metas, llenan las calles y las cabezas de la gente con el mito de la ideología de género que dizque va a terminar algún día con la familia nuclear y católica que dizque es la base de la sociedad.

«El aborto no es gratis. Lo pagan los ciudadanos. ¿Por qué voy a pagar por la calentura de otros?»

El concepto de gratuidad nunca se refiere a las manos que otorgan sino a las manos que reciben. La gratuidad es el pilar fundamental de la justicia y de la equidad. En una sociedad de derechos, el Estado es administrador de los recursos y responsable del pago de la deuda social con el dinero de los contribuyentes, otorgando gratuidad a quien la necesita, en forma de hospitales y escuelas públicas, seguros de desempleo, etcétera. El que gana paga impuestos para que nadie quede atrás y la sociedad en la que vive sea justa y armoniosa. En países como Canadá o Noruega nadie mata a nadie por robarle un celular, porque hay justicia social.

Yo no tengo hijos, y aun así pago impuestos para que un niño –aunque sea vago– se eduque, y –aunque se accidente por travieso– tenga atención médica. Bajo ese principio, también debería pagar por el aborto de una mujer que –por las razones que sean– decidió no tener a ese bebé. La maternidad no deseada convierte a la mujer en esclava del embrión, y una esclava no es buena madre porque no es feliz. Las madres felices producen hijos felices que hacen sociedades felices.

«En lugar de pelear por un aborto gratuito deberíamos enfocarnos en reducir la pobreza»

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), uno de los factores que inciden en las condiciones de pobreza de las mujeres es, precisamente, la falta de acceso a educación sexual y métodos anticonceptivos gratuitos. Hay muchas mujeres que crían a sus hijos solas, con un sueldo básico o con menos de eso, porque el marido abandonó el hogar.

En países como Ecuador, el embarazo adolescente es una de las principales razones de la deserción estudiantil y, como consecuencia, las mujeres no acceden a empleos mejor pagados.

La pobreza y el desempleo son una pandemia en un mundo en el que ya no cabe más gente, así que defender la educación laica, la anticoncepción gratuita y el aborto seguro es una forma eficaz de luchar contra la pobreza de las mujeres, que representan la mitad de la población mundial. Pelear por la gratuidad del aborto es luchar por la reducción de la pobreza.

Las redes son el reino de la opinión desinformada, descontextualizada y dogmática. Muchas veces son el escalón más bajo del conocimiento, pues en ese plano de la discusión no hay consenso posible. Sin embargo, estas mismas redes sociales se han convertido en el punto de referencia para construir nuestro criterio y formarnos políticamente. Las opiniones en Facebook o en Twitter terminan construyendo las verdades universales de las que somos víctimas y, en ese sentido, son el patíbulo del siglo XXI. Por eso, es necesario exigir educación sexual laica para saber elegir, acceso a métodos anticonceptivos para no abortar y aborto legal, seguro y gratuito para no morir.