Bandera negra

Por Daniel Orejuela / @danielorejuela

Si estamos como estamos, es porque somos como somos. No es filosofía, es pura observación. El planeta produce todos los días para alimentar al doble de la población actual, sin embargo, más de mil millones de personas pasan hambre. Hay quienes lo llaman vagancia, mala suerte, problema de otros, designio de Dios, pero llamemolen (por esto de los términos adecuados y anticuados) injusticia… Inequidad, mejor, para ser más exactos. Ya usted juzgará si es justo o no que unas pocas familias lo tengan todo y muchos no tengan ni qué comer. 

¿De dónde cree que salió tanta miseria? ¿Por qué América Latina, por ejemplo, siendo una región tan rica en recursos, es un continente con tantos pobres? ¡Ah, es que ni usted ni yo somos pobres! Claro, si lo fuésemos no estaría yo escribiendo ni usted leyendo esta vaina. Tampoco somos ricos, porque no creo que un rico, rico de verdad, tenga tiempo o interés de leer o escribir por estos lados. Lo que sí he visto bastante, y me preocupa, es la cantidad de pudientes herederos que últimamente han salido por ahí. El gobierno ecuatoriano dice que en el país solo tres de cada cien mil habitantes al año hereda más de cincuenta mil dólares. Sin embargo, juzgando lo que leo en las redes sociales, pareciera que todo el mundo espera heredar o dejar una herencia considerable.

Pero, bueno, no estamos para especulaciones, hablemos mejor de cosas innegables. La pobreza y la miseria son cosas feas que traen cosas más feas todavía, como la delincuencia, las enfermedades, muerte y esas cosas de mal gusto de las que preferimos ni enterarnos. Considerando que vivimos sobre uno de los continentes más ricos del planeta, y a su vez el más inequitativo, deducimos que la inequidad es un problema. Y para resolverlo hay que entenderlo y abordarlo.

Si uno vive, es para vivir bien. Bueno, hay quienes creen que se vive para hacer dinero y justifican, como leía en pancartas, que el dinero es para sus familias. Está bien, cada uno decide para qué vivir. Pero sería bueno que tengamos claro que mientras exista la miseria no viviremos bien. Ni ricos, ni pobres. También hay que considerar que hay quienes viven de nuestras decisiones, y el arma más eficaz que existe para influenciar en las decisiones de un grupo de seres humanos, es el miedo.

El miedo es la semilla que implantan en un campo fértil, bien abonado de ignorancia y necesidades por satisfacer. Los medios de comunicación cumplen con su misión de esparcir la semilla que irá de boca en boca cautivando incautos, valientes, desheredados que terminan en las calles gritando en defensa de los derechos de las dinastías a seguir acumulándolo todo.

Las grandes fortunas de este pequeño país pertenecen a un grupo muy pequeño de la población. Esto, no ocurre solo aquí en el Ecuador. Los que producen casi todo lo que consumimos, los dueños de las corporaciones, las multinacionales, los que tienen la sartén por el mango en todo el planeta son grupos familiares, dinastías que se han pasado el poder de generación en generación. Dinero bien habido, trabajado, dirá usted. Entonces, ¿por qué las invasiones, la explotación, las guerras? Y, ¿sabe por qué están ahí? Porque los defendemos, porque peleamos sus batallas, porque nos meten miedo.

Antes de vestirnos como que vamos a un concierto de metal y empuñar la bandera negra, símbolo de la anarquía, para salir a gritar a las calles, pensemos a quiénes estamos defendiendo y quiénes se benefician o perjudican con la intención de redistribuir riquezas. Leyes para el efecto existen desde hace rato en muchas otras partes del mundo.